Paco entra en el bar y ve a Juan al final de la barra con una sonrisa de oreja a oreja. Se acerca y le pregunta:
– ¿Por qué estás tan contento, Juan?
Ya verás, Paco, necesito contarlo… estaba calafateando mi barca, solo calafateaba mi barca y se acerca una rubia, qué rubia!, ¡tetas hasta aquí!, Paco, ¡tetas hasta aquí! y me pregunta:
– ¿Me das un paseo en tu barca, guapo?’
– Claro que sí, hermosa! – respondí- y zarpamos. Bastante lejos, paré el motor y dije:
– Nena, elige: follar o nadar. ‘Y… no sabía nadar, Paco. ¡No sabía nadar!
Unos días más tarde, Paco vuelve al bar y allí está Juan aún más contento que la vez anterior, riendo y cantando. Se acerca a preguntarle el porqué de tanta alegría.
– Ya verás, Paco, necesito contarlo… estaba calafateando mi barca, solo calafateaba mi barca y se acerca una pelirroja de miedo, ¡Qué pelirroja, Dios bendito!, ¡tetas hasta aquí!, Paco, tetas hasta aquí! y me pregunta:
– ¿Me das un paseo en tu barca, guapo?
– Claro que sí, hermosa, -respondí- y zarpamos. Bastante más lejos esta vez, paré el motor y dije:
– Nena, elige: follar o nadar. Y… no sabía nadar, Paco. ¡No sabía nadar!
Al día siguiente, Paco vuelve al bar y allí está Juan llorando como una magdalena sobre un lingotazo fuerte y síntomas de que no era el primero.
– ¿Qué ha sucedido, Juan? ¡Cuenta!
– ‘Ya verás, Paco, necesito contarlo… estaba calafateando mi barca, solo calafateaba mi barca y se acerca una morenaza de aquí te espero, ¡que MORENAZA, Santo Dios Omnipotente!, ¡tetas hasta aquí!, Paco, ¡tetas hasta aquí!, ¡Se me puso más tiesa que el mango de mis remos! Y me pregunta:
– ¿Me das un paseo en tu barca, guapo?
– Claro que sí, hermosa, -respondí- y zarpamos. Aún más lejos esta vez. Paré el motor y dije:
– Nena, elige: follar o nadar. Enseguida se desnudó… y, tío, la suya también estaba tiesa y además era tan larga como el mango de mis remos!
Y… yo no sé nadar, Paco. !Yo no sé nadar!